Trabajo del Curso entre el 04 y el 31 de Agosto: Lectura y discusión del libro "La locura de la Psiquiatría", de Alberto Fernández Liria


Sobre el libro LOCURA DE LA PSIQUIATRIA:

La tesis de Fernández Liria, que nos parece reveladora y plenamente certera, es que las teorías psiquiátricas han carecido siempre de base empírica contrastada. Incluso las más actuales: supuestos desequilibrios neuroquímicos que nadie ha demostrado y que son tratados con fármacos cuyas eficacias han sido sistemáticamente exageradas y sus riesgos minusvalorados. La psiquiatría no sería una ciencia, pues no es el logro de un saber que se ha demostrado esquivo, sino que sería una tecnología, es decir, un dispositivo para alcanzar una utilidad. Una utilidad, es preciso señalarlo, definida por la sociedad que crea dicho dispositivo. Para el autor, es el sistema sociocultural de un determinado momento histórico el que realiza un encargo a la psiquiatría, la cual, como herramienta de dicho sistema sociocultural, se apresta a llevar a cabo. Solo aposteriori, de forma inmediata pero siempre como consecuencia de ese encargo primigenio, es cuando la psiquiatría desarrolla determinadas teorías para justificar la pertinencia y el sentido de las prácticas que realiza a la hora de cumplir con dicho encargo. Como señala Fernández Liria, las teorías psiquiátricas, tanto pasadas como actuales, serían en realidad ideología en el sentido marxista, es decir, más o menos refinados autoengaños bien construidos para justificar por qué se hace lo que se hace. Eso explica también por qué teorías e incluso paradigmas han sido abandonados sin refutación alguna ni confirmación de teorías posteriores: ya no eran útiles para el nuevo encargo y hubo que sustituirlas por otras más acordes con la nueva situación. Es la infraestructura, en forma en este caso de encargo social, quien determina el funcionamiento de la psiquiatría como institución y disciplina y sus teorías son pura superestructura, juegos de humo y espejos por decirlo de otra manera.

Sobre el Autor:  Alberto Fernández Liria

Alberto Fernández Liria,  trabajó en el Hospital Príncipe de Asturias, en el que es director del Área de Gestión Clínica de Psiquiatría y Salud Mental y en la Universidad de Alcalá en la que fue profesor asociado y dirigió, junto con Beatriz Rodríguez Vega un máster en psicoterapia.

Ha estado involucrado en los movimientos de transformación de la asistencia psiquiátrica desde 1980, orientando a ello su actividad en los servicios públicos de salud mental primero en Leganés y luego en Alcalá de Henares (Madrid) y la desarrollada desde asociaciones profesionales como la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN), o institucionales como el Comité Técnico de la Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud o la Comisión Nacional de la Espècialidad de Psiquiatría. Ha participado en la trasformación del Hospital Psiquiátrico de Leganés en una red de servicios comunitarios y en la articulación de la red de servicios de salud mental de Alcalá de Henares (Madrid).

Se ha interesado especialmente en el campo de la psicoterapia y otras intervenciones psicosociales en el que ha desarrollado una labor clínica docente y de investigación.

Ha contribuido al desarrollo de programas psicosociales y de protección de los derechos humanos de las personas diagnosticadas de trastornos mentales en distintos países y en diversas situaciones de violencia o conflicto armado.

Ha realizado una cantidad de publicaciones que están en buena medida disponibles en la página http://afliria.info/

Trabajo del Curso: Durante la quincena del 04 al 17 de Agosto


Lea el libro LA LOCURA DE LA PSIQUIATRIA de Alberto Fernández Liria.

Vea el Video: Funciones sociales de la Psiquiatría y la Salud Mental


Comentarios

  1. Luego de leer el texto y analizar los cuatro encargos descritos bajo el título “La locura de la psiquiatría”, entiendo los motivos del autor para asignarlo y me surgen varias preguntas ¿cuál será el futuro de la psiquiatría?, ¿Seguiremos los profesionales de la salud mental superando estas “crisis”?.
    Es llamativo ver como la salud mental y la psiquiatría están constantemente “adaptándose” a los cambios socioculturales y científicos a nivel mundial en los últimos años, enfrentado al estigma y a los modelos de la antipsiquiatría, que en mi opinión merecen ser validados ya que surgen como defensa de los individuos, en un contexto de excesiva medicalización.
    Por otra parte, están los conflictos que surgen dentro de la psiquiatría, donde hay múltiples profesionales que apoyan un modelo y desvirtúan otro, exponiendo ante los usuarios estas dificultades, que podrían generar en ellos una sensación de inseguridad y falta de credibilidad, ya que, en esta práctica a diferencia de otras (Medico quirúrgicas) las conductas a seguir, dependen significativamente de la subjetividad del evaluador. Encuentro como un avance respecto a esto, el hecho de que la práctica de la salud mental incluya un equipo multidisciplinario, con psicólogos, terapeutas ocupacionales, fonoaudiólogos y trabajadores sociales, donde cada uno cumple un rol fundamental, sin que el médico sea visto como un superior.
    Tal como mencionaba Fernández Liria, “el uso de los términos servicio de psiquiatría y salud mental, no trata de cuestionar una visión del problema con el que se trabaja, sino de reconocer el papel que tenían otros profesionales en el trabajo… no se hablaba de la naturaleza de la disciplina sino del reparto de poder entre sus oficiantes..”
    Brevemente destacaré algunos aspectos del texto, mencionando algunos aspectos relevantes (en mi opinión) de cada encargo.
    Del primer encargo, me llamó la atención que se deja en evidencia como el asilo, a pesar de ser visto como un refugio para personas con necesidades y que partió de las buenas intenciones de un sacerdote, también es un modelo de opresión y encierro. Es cierto que en su momento esto pudo ser visto como un progreso, pero el que eso sea un progreso, no niega el papel estructural del asilo, que era hacer posible la convivencia en los medios urbanos, a costa de apartar de la misma, a quien no comparte la visión del mundo en torno a la cual se estructura tal convivencia.

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    1. Sobre el segundo y tercer encargo, me llama la atención este intento de la psiquiatría por devolver a las personas la capacidad de trabajar y la capacidad de amar (Según lo planteado por freud), propuesta que sigue siendo un gran desafío en nuestros tiempos, donde los usuarios sufren el estigma constante y siguen siendo vistos como “problemáticos” no sólo para las áreas de desempeño laboral, sino también para sus propias familias. Lo que trae como consecuencia un aumento en la medicalización, considerando que se ha perdido el rol preventivo y terapéutico que nos podría ofrecer la comunidad, se recurre a las “soluciones químicas” que nos ofrecen mayor control, menor esfuerzo, repercutiendo negativamente en la capacidad de empatizar con el usuario y tolerar las diferencias.
      Trasladando esta propuesta a los profesionales de la salud, creo que es muy complicado encontrar en nuestra profesión un equilibrio entre la capacidad de trabajar y la capacidad de amar, ya que en situaciones de crisis se multiplican los esfuerzos laborales, lo que trae como consecuencia la reducción de los espacios para amar, no solo a nivel familiar, también a nivel personal, descuidando nuestra propia salud mental.

      Y por último, sobre el cuarto encargo, considero que es tema a trabajar y a tratar permanentemente en la actualidad, ya que seguimos viendo como la psiquiatría en muchas ocasiones participa en la justificación de la desprotección en nombre de la autonomía, la responsabilidad individual y la libertad frente a la injerencia del Estado. La disolución de una psiquiatría pública en un sistema sanitario privado donde cada individuo intenta resolver de forma independiente su sufrimiento psíquico acaba con la posibilidad de un planteamiento de salud pública y colectivo de los problemas mentales.

      No me atrevería a predecir nuestro futuro, pero puedo afirmar que si tomamos como punto de partida la recomendaciones que nos da el autor (Fernández Liria, en su video) “Es mejor conocer el lado negativo de la psiquiatría para hacer las cosas bien” iremos por buen camino, evitaremos vulnerar los derechos de nuestros usuarios, dejaremos de culpabilizar, estigmatizar, etiquetar, medicalizar innecesariamente y encontraremos en la comunidad misma un factor preventivo y terapéutico, recordando que “no es suficiente con desinstitucionalizar a los pacientes, hay que desinstitucionalizar los cuidados”.

      Referencias:
      1. Fernández, A. La locura de la psiquiatría. (2018). Ed. Desclée de Brouwer. Bilbao. 1-173.
      2. Fernández, A. Funciones sociales de la Psiquiatría y la Salud Mental (Video)

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    2. Hola Dorys, concuerdo con lo que dices, creo que viendo positivamente esto muchos de nosotros vamos a trabajar en servicio público, tal vez algunos directores o en las consultorías podremos promover esta visión más humana y crítica. Saludos!

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  2. En relación a la lectura de esta semana, qué interesante es poder hacer un análisis crítico de lo que pretendemos llegar a ser, sacar el velo de pensar que la psiquiatría ha construido su propia historia interna (que trabaja en base a intereses propios) sino más bien trabaja en pro y en razón de requerimientos histórico-culturales impuestos por aquellos que ostentan el poder que habitualmente trabajan en pro de aumentar sus propios beneficios.
    Según el análisis de Alberto Fernández los manicomios nacieron mucho antes que los psiquiatras, y que estos surgen por la necesidad de justificar el encierro físico de algunos, basado esto en el bien mayor del resto de la población; de su derecho a vivir tranquilos, libres de estas personas desviadas que eran un riesgo para su propio bienestar.
    Podemos ver que recién en la segunda mitad del sigo XX nace un movimiento reformador que utiliza el término “salud mental” y además involucra el concepto de salud pública, buscando dentro de otras cosas reparar el daño provocado y trabajar desde el respeto hacia quienes pretenden “curar” de una enfermedad. La clasificación de las enfermedades y las enfermedades como tan son constructos determinados por momentos históricos y culturales; podemos ver que cada día aumenta el número de enfermedades y que varían las clasificaciones luego de cada revisión, ¿esto significa realmente que existen más enfermedades? O quizá ¿se busca tener más personas enfermas? ¿a quiénes les conviene que haya más personas enfermas? Hay algunos que postulan que las clasificaciones deberían cambiar y que realidad no existen más de 10 enfermedades reales (Nassir Ghaemie, XIII Conferencia Internacional de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, 25 de agosto de 2020) y que nos invita a dejar de clasificar (básicamente hacer encajar síntomas en un diagnóstico) y en vez de eso preocuparnos de mejorar la calidad de vida de la persona, más allá de definiciones. Por otro lado el efecto real de los fármacos es tan cuestionable como la categorización diagnóstica, donde lo que importa por sobre todo es el síntoma y no lo que lo provoca, donde pierde la persona y gana la enfermedad.
    Por otro lado el concepto de “estar enfermo” te pone a un lado del mundo, te exime de obligaciones sociales, te exime de responsabilidades, se considera que es un estado no deseable que se debe erradicar lo antes posible, y te hace ser considerado con necesidad de ayuda (Parsons). Según esto hay muchas malas personas que desean asumir el “rol de enfermo” para poder eximirse de responsabilidades, hay otros que quieren que su madre este “enferma” por ejemplo, para quedarse con sus bienes y hay otros que transforman su vida en relación al rol de estar enfermo, se aíslan del mundo, dejan de ser, pierden su identidad. Podemos ver que el rol de “estar enfermo” es peligroso y que probablemente debe ser replanteado, partiendo del concepto de enfermedad y luego de lo que significa estar enfermo en el aquí y en el ahora.
    Sí se puede destacar que en el enfoque a cambiado y se ha vuelto más crítico, empezando por esta lectura, y siguiendo por el enfoque comunitario interdisciplinario, buscando ver a la persona como un todo y no sólo como poseedora de una enfermedad, donde la solución no es excluir, sino por el contrario incluir; lo que va de la mano del concepto de recovery, donde se busca que la persona viva una vida satisfactoria, con esperanza y aportaciones, incluso con las limitaciones causadas por la enfermedad, si lográramos eso con nuestros “pacientes”, creo que estaríamos cambiando la historia interna de la psiquiatría respondiendo a intereses propios de la especialidad más que al histórico-cultural que aún busca excluir, reflejo claro de eso es la poca accesibilidad a tratamientos realmente efectivos y de calidad y además la centralización de estos pocos recursos.

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    1. Estoy muy de acuerdo contigo Estefania con respecto al mal uso del "estar enfermo". Es increíble el poder legal que tiene "estar enfermo" para quitarte tus bienes porque "no estás en tus cabales" o justificar crímenes atroces. Ahora tristemente estamos viendo por televisión como Hernán Calderón Jr. utiliza el "estar enfermo" como un método para evadir su responsabilidad en los actos que se le acometen, con una sentencia insólita de parte de la jueza, enviándolo a una clínica privada a tratamiento psiquiátrico porque, nuevamente, "está enfermo" y un psiquiatra que envía peritajes acreditando que no puede ir a la cárcel. Creo que en nuestro futuro como psiquiatras debemos tener mucho cuidado con esto, porque no será poco frecuente que nos soliciten informes similares.

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    2. Concuerdo con ustedes en que hay casos conocidos en que se hace un mal uso del "estar enfermo", tal como el que expone Guille.
      Uno de los problemas es que como dice Alberto Fernández, puede que al tratar de explicar su caso, se termine causando mal a otros inocentes, "porque empezamos a querer ver enfermos mentales donde solo hay malvados y acabamos creyendo ver malvados donde solo hay enfermos mentales".

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    3. Coincido con sus planteamientos! Me niego a la idea de cumplir el encargo de "salvar de la cárcel" a personas de poder (me recordó a la película chilena "Araña").

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  3. El texto de Alberto Fernández me llevo a pensar y analizar algunas de las actividades como médico realizaba antes de ingresar a la beca. Acciones que pensaban era un bien para el paciente pero que en general hasta viéndolas desde otras perspectivas en este momento podrían verse hasta deletéreas para la salud. Un hecho común que se toca en el texto y en el video es el rol que juegan los laboratorios, que personalmente nunca me gustaba dar marcas, pero aun así daba muestras médicas en casos que yo pensaba era necesario. Pero el texto me hace dudar, pensar y ser crítico, que aun así ayudaba al negocio sin querer queriendo. El tener que etiquetar a un paciente, con un diagnostico “especial” para poder darle un tipo medicamento que solo estaba protegido para ellos. Un poco también asociado a lo capitalista, con lo de volver a la fuerza laboral a personas para mejorar la economía, una economía que por mejorarla tampoco nos ha traído mayores beneficios ya que a lo largo de historias los dineros tampoco van dirigidos a la salud mental. Un critica que me hace mucho ruido en el texto.
    En el video específicamente, me gustó mucho el énfasis sobre ocupar los términos Psiquiatría y Salud Mental como sinónimos, haciéndonos parte de un equipo multidisciplinarios y que como vimos en semanas anteriores los resultados son muchos más beneficioso para los pacientes y para el trabajo comunitario.
    En relación a los encargos que Alberto Fernández relata en el texto me gustaría destacar dentro de ellos el tercer encargo, el tema de las clasificaciones no me deja de llamar la atención, porque en todo momento buscamos ponerle nombre a lo que estamos viendo, y si asociamos esto a algo más específico será mucho más fácil tratarlo, pero las criticas que Fernández realiza no dejan de ser ciertas sobre los tipos de tratamiento donde se nos presentan como un catalogo donde podemos elegir el que mas nos suene bonito o que mejores estudios tenga. Pero no dejas de ser un verdadero negocio, donde hasta hoy no había ni siquiera parado a analizar y criticar. Claramente este texto me hace analizar hacia el futuro una postura diferente.
    En relación con el encargo sobre acontecimientos sociales, actualmente estamos viviendo un cambio enorme en la vida de nosotros como profesionales y del resto de las personas en diferentes ámbitos. Hechos históricos en el pasado han marcado grandes cambios en la Psiquiatría, será que viene un cambio ha futuro y que es la oportunidad de realizar los cambios que necesitamos para una futura mejor Psiquiatría, especialmente en lo social que ha estado al debe en los últimos años.
    Hay que resaltar que cada encargo no sustituye al previo, sino que se van acumulando en nuestra sociedad, aunque evidentemente modificando sus prácticas con el tiempo según los cambios que dicha sociedad experimenta.
    Importante las respuestas concretas que apuntan los encargos para que la práctica clínica sea critica en su acción. Que podamos ejercer la Psiquiatría desde una posición critica y dar pequeños pasos para construir una sociedad diferente.

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  4. El enfoque que considera a la psiquiatría como una tecnología (p. 27), permite, de entrada, des-montar el argumento de una psiquiatría neutral, y además separar muy claramente en la historia los “encargos” que la práctica ha asumido, y que solo posteriormente la teoría o “pensamiento psiquiátrico” ha producido como justificación (p. 115).

    La separación por “encargos” identifica varios objetivos o líneas de acción que salen del análisis más clásico del Gran Encierro y nos llevan directamente a la práctica contemporánea, mostrándo-nos varios aspectos problemáticos que han surgido desde las respuestas institucionales de la Reforma Psiquiátrica en una perspectiva histórica, complementando el análisis institucional de Manuel Desviat.

    Destaco como punto casi originario, el vuelco del pensamiento psiquiátrico en relación al proceso de especialización de la mano de obra y la creación de la seguridad social por Bismarck (p. 54-55), que cambia el foco de la “tecnología” psiquiátrica desde la resignificación del sufrimiento, como un trabajo del paciente mismo, en el contexto de la relación terapéutica, a la clasificación del “experto” cuya misión es discernir a los que serán beneficiarios de inversión estatal de los que no (p. 64); pienso que el médico también es desempoderado y el objetivo del “encuentro” entre el paciente y su tratante ya no será construido en conjunto. Más aún, y en relación a la constatación de Fernandez Liria sobre la menor especialización de los prescriptores del nuevo arsenal terapéutico a propósito de los psicofármacos y el segundo encargo (pp. 61-62), pienso que incluso nosotros como médicos acudimos al “experto” que nos explica y pretende agotar lo que queda de la intervención médica, comprendida solamente como prescripción de un medicamento. Prueba de la profundidad de este cambio es lo señalado por Liria, en cuanto al cambio del enfoque en anamnesis desde uno “comprensivo” a otro clasificador (93-94) según criterios estadísticos los cuales, al tiempo que se declaran neutros teóricamente, tienen una enorme y muy bien documentada influencia de las industrias farmacéuticas (p.90-91). Por lo tanto, el desempoderamiento sería generalizado.

    A partir de este vuelco y del proceso de desinstitucionalización, surgen además dos vertientes, según la lectura de Fernandez Liria, y que se diferencian en la concepción de la comunidad como factor terapéutico y protector (p. 58-59). Me parece que el olvido de ella (p. 61) hace que la prác-tica de la psiquiatría pierda un sentido que resuena con el de la organización popular al que hace referencia nuestro autor, previo al nacimiento de la seguridad social (p. 54-55) como factor de desorganización obrera, y desemboca finalmente en la apropiación casi total del pensamiento psiquiatrico por el pensamiento biomédico, afín con el tercer y cuarto encargo que se le hiciera a la psiquiatría. Pienso que aquella tentativa de organización democrática, que en cierta manera funcionó y se realizó en la Reforma Psiquiatrica con las experiencias europeas, podría ser un “en-cargo” a retomar y sintetizaría en parte el sentido de las líneas de acción propuestas por Liria en su clarísimo epilogo.

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  5. Locura de la Psiquiatría:
    Dentro del texto y presentación dictada por el Dr. Alberto Fernández Liria, creo relevante destacar algunos puntos:
    1. La medicalización de situaciones normales de la vida, como son duelos, es algo que se ve frecuentemente en múltiples lugares y existe un concepto en el inconsciente colectivo en el cual si uno “sufre y no es feliz”, aunque tenga los mayores motivos del mundo, significa estar en un cuadro depresivo.
    Esto lo vemos frecuentemente en APS a nivel de programas de salud mental, en los cuales al médico muchas veces lo presionan porque la persona “está sufriendo y necesita un poquitín de sertralina para estar mejor”.
    Suena coherente pensar que el hombre es un ser que sufre y en ciertas situaciones ese sufrimiento es parte natural de la vida, no es necesario intentar, de manera fútil, dar una pastilla para evitar ese dolor.

    2. Por otro lado, el avance de las neurociencias probablemente ha sido más lento que el avance del ego de las mismas, se ha demostrado una y otra vez que las enfermedades psiquiátricas son extremadamente complejas, y originadas en el órgano que menos entendemos. Simplificarlo a “simples desequilibrios de neurotransmisores” es una tendencia que ha caído por su propio peso.

    3. Otro punto relevante me parece tener relación con la medicina basa en evidencia, por un lado, es efectivo que los laboratorios financian estudios para obtener algún tipo de beneficio posterior, usualmente se declara como parte de los posibles conflictos de interés, y también es cierto que gran parte de la actividad científica tiene relación con la reproducibilidad de los resultados y la validación de ellos por los pares. El escepticismo propio de la ciencia suele ayudar en estos casos, ya que, si bien los científicos son personas inmersos en un paradigma social y cultura, el método científico no lo está.

    4. Por último, nuevamente vemos el punto de utilizar una técnica que combina múltiples ciencias e incluso algunos “beneficios legales” únicos para poder realizar la laboral determinada por la sociedad: definir las enfermedades mentales, buscar formas de diagnósticar, tratar y entregar pronósticos. En psiquiatría ya existe una limitante al definir las enfermedades mentales, tanto que múltiples clasificaciones se han creado durante la historia y se van modificando continuamente, a diferencia de la medicina “más somática”, por lo cual es algo que puede estar sujeto a utilización de los poderes dominantes para realizar un control poblacional en cierta medida.

    En fin, una critica interesante a la evolución de la psiquiatra, que intenta dar un camino que seguir y más importante, dejar en claro que se debe tener cuidado con algunos puntos al momento de entender y planificar los sistema de salud mental, al igual, que tener una visión crítica de la psiquiatría.

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  6. Para iniciar, quisiera comentar la siguiente frase que nos entrega este libro: “la psiquiatría se ha organizado del modo necesario para dar satisfacción a unas demandas que son productos de cambios sociales que nada tienen que ver con ella” y posteriormente nos evidencia efectivamente cómo la psiquiatría ha ido evolucionando de la mano de estas necesidades sociales, adaptándose a las distintas realidades de nuestra historia, y tomando esto como base, no dejo de pensar en cuán importante es la información que se le entrega a la sociedad de nuestras prácticas. Veo esto como un círculo que se retroalimenta constantemente y en el cual estamos inmersos como futuros especialistas del área.

    Tal como dice Alberto Fernández en su libro “Locura de la psiquiatría”, la reforma de los sistemas de salud ha devuelto el status de ciudadanos libres a personas que habían sido desposeídas de él”, qué difícil fue llegar a esto, pero todavía queda mucho por hacer… y de la mano con este pensamiento me planteo ¿cómo podemos mejorar? Ya hay recomendaciones en su libro y comparto el planteamiento de la gran importancia de la reinserción del paciente que padece alguna patología psiquiátrica en la sociedad. Difícil ha sido que familias, vecinos, amigos se involucren en la reinserción, también lo ha sido para que empresas le den un lugar en sus filas, pero pareciera que no basta con esto. Lo digo por un caso que conozco de muy cerca: una mujer de 32 años que padece de esquizofrenia. Ha tomado muchos cursos que le han permitido un mejor funcionamiento general y una disminución de su autoestigma. En un supermercado le dieron trabajo como vendedora en la sección de ropa, con sus compañeros de trabajo se llevaba muy bien, pero no faltó el día en que algún “cliente” la trató muy mal, diciéndole que era “tonta, estúpida”, si bien fue ella la que decidió dejar el trabajo, fue difícil lidiar con esas palabras que indudablemente la hirieron. Aquí es donde creo que el respeto es un valor fundamental y no sólo para quienes dicen “el respeto se gana”, No, el respeto debe ser universal, pero sobretodo en los pacientes que padecen alguna patología de salud mental, porque en el momento que se sienten respetados, es un gran paso para su reinserción.
    Y esto va de la mano con lo segundo que me hace mucho sentido y es lo que menciona el libro y también Alberto Fernández en su conferencia y es sobre el consumo al que estamos expuestos, donde por ejemplo, mandar a arreglar hoy un artefacto muchas veces es más caro que comprar uno nuevo, lo que nos ha hecho personas más “desechables” y no hacernos cargo nosotros mismos de nuestros problemas y eso se puede extrapolar a las emociones, los sentimientos, las relaciones interpersonales, al poco respeto al otro ("porque MIS necesidades son prioritarias" y probablemente esto le pasó a la mujer del ejemplo anterior) y a la necesidad de consumir (en este caso fármacos) como una alternativa rápida a la solución de lo que me molesta hoy, sin hacerse cargo muchas veces de los conflictos. Hoy en día pareciera que lo que importa en el ser humano es el presente, cualquier problema que hoy cause displacer necesita un “tratamiento”, siendo que durante siglos se ha aprendido a vivir con el dolor, con la ansiedad. Y por supuesto que esto ha repercutido en nuestra práctica clínica, puesto que, si no damos el “fármaco para dormir”, nos consideran malos profesionales y sigue la búsqueda de médicos hasta alguno que sí acepte entregar el bien solicitado y él es considerado un “buen médico” ...

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    1. (Continuación) No es raro en salud mental infantil que llegue alguno de los padres solicitando el tratamiento para su hijo porque “me dijeron en el colegio que tenía TDAH y me solicitan el certificado para derivarlo al PIE (Programa de Integración escolar). Y quizás este niño tiene tantos problemas en su casa que no logra concentrarse en clases. Pero estos padres ya vienen con una idea preconcebida de lo que tiene y necesita su hijo. Entonces, insisto en que la salud mental y los problemas que vemos hoy en día, son compartidos: tanto por quienes medicalizan, biologizan y también por la sociedad en la que vivimos hoy que solicita soluciones rápidas. Por tanto, el papel que tenemos es muy importante para lograr cambios.
      Al menos desde la poca experiencia en hospital durante la beca, siento que ha sido mucho más fácil poder ofrecer a los padres otras alternativas como psicoterapia, reuniones con los colegios, educación a los colegios. Esto a diferencia de lo que podría haber ofrecido en APS, por ejemplo, y esto ocurre – según mi parecer- porque 1) las personas siguen sintiendo que los hospitales son la solución a los problemas, por lo que presionan para realizar derivaciones 2) se permite la ocupación del tiempo para agendar reuniones con diversos programas del sistema, cosa que en atención primaria no podría realizar, por más motivación que exista. 3) la disponibilidad de psicoterapia de manera más frecuente ocurre en el hospital.
      Yo me pregunto ¿qué pasará en esta nueva crisis sanitaria que estamos viviendo? Quizás aparezca algún nuevo diagnóstico derivado de las cuarentenas, pero sin lugar a duda es un momento para reflexionar sobre lo que nos indica Alberto Fernández en su libro y esta también es una oportunidad para replantearnos las prácticas de la psiquiatría.

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    2. Hola! Te apoyo con lo del TDAH, pasé 5 años en APS haciendo interconsultas al hospital por sospechas de TDAH (con las mamás que llevaban todos sus informes con el diagnóstico claro del "trastorno" de su hijo).

      En nuestro caso lo importante fue haber tenido consultorías con la neuróloga infantíl (SI! el hospital implementó esto, y además ella fue EDF) y allí acordamos cómo derivar, que en el fondo era hacer una somera evaluación en el box y en los casos que no parecía TDAH hacer una breve educación al respecto, derivar igual pero colocando que la sospecha no parecía, y la neuro o psiquiatra evaluaban finalmente pero siempre siendo muy críticas, sabiendo que desde educación derivan a muchos niños "hiperactivos" que solo son inquietos (o que lo están pasando muy mal en sus casas y por eso la conducta). En fin, es super importante ser críticos para poder aplicarlo en la práctica y comunicarlo al resto del equipo, saludos!

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  7. Hola a todos. Me gusto mucho la lectura! En primer lugar ya había tenido la oportunidad de conocer al autor en un diplomado, nos mostró la red comunitaria donde trabajaba y los esfuerzos por lograr la rehabilitación laboral. Luego en su libro encontré varios temas que alguna vez escuché discutir en clases de pregrado o en consultorías, temas que siempre me gustaron.

    En primer lugar me hizo sentido una frase que escuché en una consultoría, que era algo así como "parece que antes se tenían menos cosas pero se era más feliz", haciendo alusión que nuestros padres o más bien nuestros abuelos tenían menos salarios, menos tecnología, etc etc, pero no requerían Prozac ni requerían control semanal con su psicólogo del consultorio. La vida de antes era mucho más estable, se competía menos y eso otorgaba redes de apoyo muy estables, amistades duraderas (vecinos, compañeros de colegio, trabajo, etc). Hoy en día la competencia impide mantenerte largo tiempo en un solo trabajo, hay cambios constantes de viviendas, etc, y eso merma las redes de apoyo (redes verdaderas, no de instagram). De alguna forma el psicólogo del cesfam, el médico general y la sertralina suplen todas estas carencias sociales, humanas que hemos reemplazado por lo material. Es lo opuesto que me ha tocado ver en el campo, en el sur, donde con lo básico y esfuerzo se logra ser feliz, sin competencia sino cooperación.

    Y sobre esta relación de sociedad-política-economía con las "enfermedades" mentales es lógico pensar que si no tienen lo básico para subsistir no hay sertralina que calme la angustia de no poder pagar las cuentas a fin de mes, seguir acumulando meses sin pagar el arriendo, o poder comer algo más que pan y sopa como me tocó ver muchas veces en APS. Como se dijo en el webinar del viernes, es necesario que nuestros pacientes sean cubiertos por las medidas estatales de apoyo económico (hoy en día solo ingresarían segun nivel de ingresos o si alguien tuvo la ocurrencia de sugerirle "sacar" su carnet de discapacidad... que es un derecho pero que requiere un largo trámite).

    Como decían mis compañeros antes, es importantísimo tener una visión crítica de nuestra profesión. Esto se nos ha recalcado en yo creo todos los ramos, y este libro viene un poco a resumir todo lo que hemos ido viendo. Es muy difícil poder actuar en los determinantes desde nuestra área, porque para mejorar la salud mental se requiere tocar muchos intereses, poderes y bolsillos, pero si al menos podremos negarnos a sobremedicar, a no dar metilfenidatos de más como decía la colega antes y en el fondo volver a interesarse por el usuario, su sentir, y no tanto por la molécula de turno. Muy bueno, me pone contento haber visto algo de esta mirada crítica en varios consultorios por los que pasé como alumno y en mi anterior trabajo, y poder usar todo esto como insumo para nuestro futuro. En lo personal me interesa el área de proyectos, gestión, creo es importante para poder llevar a cabo las soluciones y no solo proponerlas como decía Dr Benedeto ayer.
    Saludos a todos.!

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  8. Anastassia Gallardo29 de agosto de 2020, 17:49

    Es curiosa la forma en que el autor propone que la medicina no es una ciencia, es más bien una tecnología, y bajo esa hipótesis estoy muy de acuerdo pues todo lo que sabemos de medicina y que nos enseñaron en pregrado es medicina basada en la evidencia que ocupa un “conducta científica” y que por lo tanto busca encontrar las causas de la enfermedad para encontrar el mejor tratamiento.
    Por la tanto la noción de que la psiquiatría tampoco es una ciencia pues no busca producir conocimientos sino el bien social me genera mucho sentido pues algo que nos han enseñado desde el primer día de beca es que las bases de nuestros diagnósticos de enfermedades se forman “en base a acuerdos “.
    La sociedad ha influido tanto en los diagnósticos y en la enfermedad, que nos ha exigido a nosotros los médicos cumplir un papel para llenar satisfactoriamente toda la necesidad de los pacientes, y en parte quizás la culpa la tenemos nosotros los mismos médicos que con el modelo paternalista de medicina inculcamos a la sociedad que para mejorarse solo debían seguir al pie de la letra las indicaciones médicas, aunque no estuvieran de acuerdo con ello. Es muy frecuente que aún nos lleguen pacientes a las consulta contándonos todos sus problemas , para que nosotros ojala los encasillemos en un” diagnóstico CIE 10 “ y le mejoremos la vida , a la vez la industria farmacología no ha contribuido mucho en alejar ese pensamiento en nuestros pacientes al contrario , el uso de medicamentos se ha tergiversado tanto sobre todo con ayuda de los medios de comunicación que es muy probable que cualquier paciente que entre a nuestra consulta y no se lleve un medicamento dirá : que” malo es el medico no me dejo ningún remedio, por lo tanto no soluciono mi problema ”
    Esto es algo que también se ve reflejado en la historia de la psiquiatría, pues la sociedad en base a sus demandas le encargo a los médicos que se hicieran cargo de aquellos individuos que no respetaban las normas o tenían conducta socialmente inaceptable que no eran razonables para el resto de la población. Por lo tanto, se pidió a los psiquiatras hacerse responsables de estos individuos a los que pasaremos a llamar pacientes.
    Y aquí es cuando la definición de caso psiquiátrico propuesta por Goldberg y Huxley 1980 que se refiere a cualquier sujeto que padece un malestar ante el que los médicos indicarían un procedimiento de tratamiento o cuidado “, definición que hoy en día personalmente encuentro incompleta, pues me parece que por más que un médico indique un tratamiento esto no tiene ningún beneficio si el paciente no se encuentra en la etapa contemplativa de su enfermedad en que él esté consciente del riesgo que implica no tratar su enfermedad , pues el modelo actual de medicina que deja de lado el paternalismo requiere la participación de ambos integrantes de la relación , el médico y el paciente. Y aquí quiero poner un ejemplo de mi práctica clínica como residente: un paciente adulto joven de 20 años aprox. con diagnostico de eqz Se refirió a su enfermedad como una “condición “ , esa palabra indica que hay todo un proceso en este paciente de 1. Aceptación de su enfermedad. 2. noción y conciencia de ella en la medida que sabe que debe hacerse responsable de su tratamiento, lo que involucra más que un simple medicamento.

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    1. continuación:
      La psiquiatría a diferencia de otras especialidades de la medicina tiene un origen externo, nace de un encargo político y de la voluntad de buscar enfermedades para justificar comportamientos socialmente disruptivos.
      De acuerdo al texto a la psiquiatría se le dé dio dos funciones
      1) Restituir la capacidad de trabajar a quienes la han perdido como consecuencia de un problema de salud mental.
      2) Hacerse cargo de las personas que por tener una visión del mundo y de si mismo no compartidas por los demás resultaban problemáticos para la convivencia ciudadana.

      Con respecto al enfoque del trabajo en el libro:, es interesante la forma en que la llegada de trabajos más cualificados evita que la sustitución del ´personal fuera fácil , por lo cual tratar las enfermedades de los trabajadores que les resultaban incapacitantes paso a ser realmente importante económicamente para las empresas , de ahí que tener un trabajo brindaría a los individuos beneficios donde tratar su problema de salud mental sería realmente necesario .
      Pues “el l paciente tiene derecho adoptar el rol de enfermo y de recibir tratamiento para recuperar su capacidad de cumplir sus obligaciones sociales, como la de trabajar”.
      Concuerdo con lo expresado con el autor que el trabajo más que un medio necesario para sobrevivir es un medio de inclusión a la sociedad, de formar familia, y redes de apoyo, de ahí que la integración de nuestros pacientes a la sociedad a través de un trabajo debe ser una prioridad.

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  9. EL texto “La Locura de la Psiquiatría” me parece absolutamente revelador. Aporta a consolidar una estructura crítica que me parece muy necesaria y atingente en el proceso de formación, ya que permite amplificar la perspectiva de la Psiquiatría como especialidad exclusivamente médica.
    En primer lugar, lo que se plantea como objetivo del texto (asumir que la Psiquiatría no tiene una historia interna, sino que más bien se construye a partir de lo que las sociedades van exigiendo de ella) le da mayor solidez y sentido a la idea de que existe una gran influencia de la sociedad sobre la especialidad (idea permanente discutida y validada en este curso). Me parece, al igual que al autor, que la Psiquiatría se acomoda al contexto que le toca vivir y se moldea fácilmente a los recursos de los que dispone.
    Por otra parte, especificar el objetivo que se le fue entregado a la Psiquiatría en cada momento histórico hace más comprensible cómo nace esta disciplina y los conflictos con los que ha debido convivir, algunos de los cuales aún persisten. En relación a esto, me parece muy interesante y concordante el planteamiento evolutivo que realiza el autor. Es preciso destacar cómo el surgimiento de las ciudades, con el mayor abandono por la vida rural, hace visible la presencia de individuos con comportamientos diferentes, inadaptados, a los nuevos requerimientos de la vida en la ciudad, enfatizando cómo los entornos rurales otorgan un ambiente menos hostil para la diferencia en términos generales. A partir de lo anterior, se destaca cómo la Psiquiatría, desde su origen, es una instancia que nace en función de la reconsideración de necesidades presentes por largo tiempo y cómo mantiene este comportamiento servil durante el tiempo, agregando nuevas figuras que la controlen en este recorrido (industria farmacéutica).
    Si bien la primera parte del texto permite ampliar el marco teórico en relación a que la Psiquiatría se encuentra en función de su contexto social, la segunda parte (Epílogo) me parece aún más importante considerando nuestro proceso formativo, ya que plantea la necesidad (fundamental a esta altura) de ejercer la psiquiatría desde una posición crítica, con el objetivo de contribuir a un proceso de liberación.
    En este sentido me parece fundamental el mantener una actitud de autocuestionamiento constante en el ejercicio de la psiquiatría, tanto al momento de la evaluación de situaciones, de personas, de relaciones, etc. Como en el proceso terapéutico, con una visión crítica permanente en el tipo de intervención.

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    1. Dentro de lo fundamental me parece el luchar contra el reduccionismo biológico, ya que fuimos formados bajo esta idea y la mayor parte de la medicina se basa en ella. Cuestionarnos lo que consideramos importante para el diagnóstico de una enfermedad, nuestro propio concepto de enfermedad, incorporando lo que está más allá de la persona, poniendo especial énfasis en sus propios significados de sus vivencias. Luchar contra este reduccionismo en términos prácticos implica cuestionar el sobrediagnóstico de algunas patologías en APS (por ejemplo, TDAH).
      Otra de las luchas que me parece fundamental es la relacionada a la asimetría en el poder, la asociada a la visión autoritaria y patriarcal de la medicina. Fomentar el empoderamiento por parte de los pacientes implica mantener una posición horizontal, considerando como objetivo las propias necesidades del sujeto (y no las nuestras), poniendo a su disposición toda la información de la que podría beneficiarse, haciéndolo parte de la actividad terapéutica como fracción fundamental, invitándolo a asumir la responsabilidad en el cumplimiento de las expectativas que este tiene sobre su tratamiento y su vida.
      Creo que la Psiquiatría puede ser sumamente beneficiosa y aportar considerablemente al bienestar de la persona y la sociedad. Sin embargo, es innegable que se encuentra bajo el alero de múltiples factores potencialmente dañinos (la industria farmacéutica, el reduccionismo biológico, el modelo neoliberal), lo que hace altamente necesaria la mantención de esta posición crítica, tanto con lo externo (políticas públicas en relación a la salud mental, los nuevos avances científicos, los nuevos hallazgos farmacológicos, las nuevas clasificaciones diagnósticas) como con lo interno, con lo propio del que trabaja por la salud mental de los demás (lucha contra la tendencia a la paternalidad, el autoritarismo, la jerarquía y las relaciones de poder).

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  10. La Psiquiatría desde hace varios siglos ha estado en pleno y vigoroso auge de expansión lo cual ha sido ayudado por un sinfín de nuevos conocimientos y también nuevos errores, como se veía en la revisión de varios libros y artículos vistos hasta ahora no hay avance sin cometer algunos errores, un gran avance es la mirada que se esta dando a lo comunitario ya que sigue tomando fuerza al pasar de los años, la Psiquiatría tiene sus inicios desde que los médicos tomaron interés en los manicomios de aquellas épocas y realizaron un cambio crucial en el tratamiento de los pacientes de salud mental, dichos tratamientos han evolucionado por los diferentes siglos y han contribuido a la mejoría y rehabilitación de los mismos pacientes.
    El trabajo de la Psiquiatría no se debe mirar solo como un planteamiento biomédico ya que en esta carrera casi desenfrenada por buscar los factores o los mecanismos que se suscitan los trastornos mentales, nos olvidamos a veces del trabajo de otros profesionales (psicólogos, asistentes sociales, terapeutas etc.) que aportan un sinfín de conocimiento y herramientas para poder evidenciar las causas de las múltiples patologías psiquiátricas.
    La visión de la Psiquiatría como tecnología y no como ciencia me llama mucho la atención, pero concuerdo después de analizar los planteamientos del autor con que no producimos conocimiento, solo estamos inmersos en los objetivos posibles de la producción de mejoras que la sociedad considere como un bien deseable. No es menor que en el principio de siglos pasados el encerrar a locos en manicomios estaba solicitado o protegido por resguardar la tranquilidad y el equilibrio de la sociedad, lo que se llamaría por Foucault como el “gran encierro”, donde sin tener medicación se limpiaba a la saciedad de seres humanos que interfieran con el funcionamiento social y con la normalidad vista desde una mirada individualista.
    Desde los tiempos en que la salud mental ha tomado relevancia para las personas se ha iniciado una demanda por dicha especialidad en torno a saber como manejar las “emociones” mismas que en su momento se resguardaban o se manejaban con competencias propias del ser (adquiridas o por la experiencia), actualmente las emociones muchas veces están asociadas a un trastorno y como bien decía el Dr. Alberto Fernández Lira se nos está olvidando que algunas emociones son naturales y que se deben dejar seguir su curso ( Ej: duelo), un gran aporte al tratamiento de los trastornos mentales fue la llegada de los psicofármacos, los cuales revolucionaron las terapias y el optimismo de pacientes y expertos, que durante muchos tiempo y hasta hoy se basan en la utilización de fármacos para diferentes emociones o síntomas. Esto trajo como un presagio, el crecimiento e invasión de las farmacéuticas con moléculas para el tratamiento de los diferentes trastornos que si nos fijamos bien no hay nada de malo en que esta industria avance y sobre todo que traiga cura a muchas afecciones que hasta ahora se tiene desconocimiento, pero también es relevante saber hasta donde un paciente puede por sí mismo vivir dichas emociones sin necesidad de fármacos o expertos para su recuperación.

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    1. La industria sigue creciendo a pasos veloces con ayuda de nosotros como agentes publicitarios, que si bien no esta mal creer en dicha industria, pero si es bueno siempre plantearse cuál es el tratamiento mas efectivo para el paciente que tenemos frente de nosotros, preguntarnos será bueno este tratamiento, cuanto de soporte teórico me inclina para dicha terapia, esto contribuirá a realizar una terapia de la mejor forma.
      Como ultimo planteamiento al análisis tomado de la lectura y donde también quiero hacer hincapié es en la rehabilitación en todos los ámbitos de los pacientes y como decía Freud se debe restablecer a los pacientes para “amar y trabajar”, estas dos simples palabras pueden englobar una vida placentera de un paciente ya recuperado después de salir de un trastorno psiquiátrico, dos palabras que podrían mejorar la calidad de vida, si las tenemos en cuenta al momento de objetivar el tratamiento adecuado para los pacientes.

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  11. Este texto “La locura de la Psiquiatría” de Alberto Fernández, nos lleva a recorrer los distintos periodos y como la salud mental ha ido adquiriendo estructura y función de forma coherente con los principios políticos y culturales de la época.
    Llama la atención como estos cambios o adaptaciones en la atención de salud mental han estado al servicio de aspectos económicos y políticos, y que de alguna forma hemos sido parte de esto también en forma de “piloto automático”, sin mediar críticas al sistema. Es por esto que me ha gustado la lectura y me parece asertiva los 4 encargos que la sociedad ha “encomendado” a los psiquiatras, ha aportado una visión distinta, desde lo macro a lo micro. El cuestionar el fundamento tras la medicalización y más aún la sobremedicalización que es más frecuente en adulto, el sistema actual de salud mental, el riesgo actual de los sistemas solidarios, el participar de actividades de industrias farmacéuticas, el reduccionismo en el enfoque biologicista y en el uso excesivo de categorías diagnosticas que tiende a encasillar los malestares emocionales en desmedro de las particularidades de cada cuadro clínico y que no permite comprender el modo en que se genera esta pérdida de salud, etc. Como la sociedad se encarga de exigir estos puntos, recuerdo en mi practica clínicas pacientes que asisten para que uno le de la “pastillita mágica”, que resolverá sus problemas o molestias que muchas veces correspondían a dificultades normativas, o que solicitaban un diagnóstico y certificado a la primera evaluación, o que exigían una marca especifica de fármacos, etc. Estos temas en nuestra actividades de pregrado en general, no se cuestionan.
    El poder reconocer estas debilidades en la atención es el primer paso, y el aporte que realiza desde el epilogo, en relación a como poder superar estos puntos críticos, por medio de intervenciones desde lo macro a lo micro, me resulta super útil, pienso que lo fundamental es no perder el foco y el fin de nuestra atención, tanto como partes de una institución de salud mental como profesionales de ella, debe ser el paciente y el poder ayudarlo y acompañarlo en sus preocupaciones o dolencias, junto a un equipo, con una visión integral e interdisciplinaria, evitar todos aquellos intereses secundarios (principalmente económicos, industria farmacéuticas, políticos) que empañan nuestro rol en la sociedad. Pienso que nuestra sociedad hoy es distinta, hay mayor posibilidad de hablar estos temas sin censuras, en redes sociales, en charlas, etc. Pero es necesario la educación desde el pregrado en todos los profesionales que forman parte del equipo de salud mental.

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  12. Mediante la lectura del libro de Alberto Fernández Liria pude unificar y de alguna manera, afianzar muchos de los conceptos abordados previamente en las distintas sesiones de este curso de salud mental y psiquiatría comunitaria. Realmente, me parece un excelente texto, que personalmente me llevó a realizar una serie de cuestionamientos muy interesantes, que no había vislumbrado previamente.

    En primer lugar, me pareció sumamente esclarecedor en varios sentidos comprender cómo la psiquiatría y salud mental nace y se desarrolla como resultado de los diferentes cambios sociales y las funciones que se le encomiendan según las necesidades de la época. De esta forma, ha sucedido que muchas veces lo que se busca no es el bien del paciente, ni el desarrollo teórico que lleven a estrategias más efectivas para que las personas puedan llevar vidas más satisfactorias, sino que los esfuerzos se realizan en pos de lograr reconocimiento o satisfacer los encargos del orden dominante.

    Desde esa perspectiva, se hace tan evidente lo necesario que es mantener una revisión crítica de lo que ha sido comúnmente aceptado. Desarrollar la capacidad de cuestionar lo que muchas veces se nos plantea como verdades absolutas o que “no podría ser de otra manera”. En este mismo sentido, el autor plantea cómo el sistema neoliberal ha ido gradualmente, desarticulando y desestructurando la sociedad, logrando que el Estado deje de velar por la protección de la ciudadanía y, por otro lado, promoviendo las conductas individualistas, rompiendo los mecanismos de solidaridad entre las personas.

    Cómo ya hemos ido comprendiendo a lo largo de este curso, los niveles de salud de una sociedad se alcanzan a merced de un esfuerzo colectivo, por lo que nos vemos entrampados en este sistema que ha calado tan hondo en cada uno de nosotros, que muchas veces somos individualistas sin ni siquiera tener conciencia de ello. En un momento, se plantea en el libro cómo un individuo con una renta alta puede optar por un aseguramiento privado, abandonando el sistema público, lo cual supondría el hundimiento de este sistema, con el empeoramiento de los niveles de salud para el resto de la población. Recién ahí pude darme cuenta de las consecuencias de que la mayoría de nosotros probablemente sea usuario de Isapres, donde los fondos se van a bolsillos de privados, en desmedro de lo público.
    En fin, hemos iniciado un camino que nos llevará a cuestionar muchos de los aspectos de nuestro actuar e influir en el mundo, no sólo como médicos, sino también como ciudadanos.

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    1. Mili me quedo con tus últimas palabras “hemos iniciado un camino que nos llevará a cuestionar muchos de los aspectos de nuestro actuar e influir en el mundo, no sólo como médicos, sino también como ciudadanos”. Sobre todo como ciudadanos. El ejemplo que graficas sobre las isapres es uno más de los muchos que el neoliberalismo nos da cuando nos otorga esa llamada “libertad individual” de escoger. Sin embargo esta elección está teñida ya que tampoco se hace mucho por mejorar el sistema público y prácticamente esa elección que parece " voluntaria" o " libre" es más bien un impulso engañoso o un "empujón" hacia la opción privada.

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  13. En este comentario, me gustaría enfocarme en el tercer encargo que expone el autor Alberto Fernández Liria en su libro "La locura de la Psiquiatría". Este encargo corresponde a la apertura del nuevo mercado, que es la solución de problemas emocionales por profesionales de la salud mental, que previamente eran resueltos en la comunidad. Por ejemplo, podemos centrarnos en el duelo. Antes, había todo un rito que se seguía de parte de la familia y amistades, esto no era más que el apoyo de la comunidad a la familia directamente afectada, acompañándolos en su dolor. Era normal antes que personas que sufran la pérdida de un ser querido usaran luto, sintieran tristeza y ser acompañado por otros en el proceso. En la actualidad se hace el funeral acompañados por los que pueden llegar (ya que muchas personas que desean ir no pueden debido a que deben ocuparse de otras responsabilidades), les dan unos días de reposo dictaminado por la ley si mueren padres, cónyuges o hijos de algún trabajador y luego de vuelta a ser funcional a la sociedad.
    En caso de que la persona siga sin poder volver al trabajo, debe ir a un médico general o psiquiatra a explicar las razones de porqué siente pena para que le otorgue más días de reposo. Entre ciertos médicos está la concepción de "duelo patológico", que implica que una persona "no está sobrellevando el duelo como corresponde" y debe ser atendida por un psiquiatra para que este pueda diagnosticarla, decirle "su duelo no es normal", entregarle más reposo y medicamentos (algo "para la pena" y otra cosita "para poder dormir". Si es una persona que no puede acceder a un psiquiatra particular, entonces debe ir al consultorio, pasar por otros médicos que derivarán a este usuario a médico de salud mental, que, por lo general, tendrá una conducta similar. En este claro e ilustrativo ejemplo, podemos ver como opera el lucro en salud, tanto en el comentario de la gente "estás muy triste, es mejor que vayas a un psiquiatra", como en el acceso "50-60 mil pesos la consulta" y la indicación de fármacos (la industria farmacéutica tiene varias opciones para apagar la emoción). Este tipo de situaciones son normalizadas en la actualidad, siendo un buen psiquiatra el que le da el remedio y le mejora la angustia a la paciente y así no llora más. Ahora lo normal es no sentir pena y seguir trabajando y contribuyendo a la sociedad capitalista, lo cual se exacerba por una sociedad que cada día va tornándose más y más individualista (lo he dicho en comentarios anteriores), con redes de apoyo débiles que no desean ver a a un cercano llorar, nos incomoda profundamente que otra persona sienta tristeza. No es raro ver a colegas decir "no sé como lidiar con un paciente que llora", los cuales serán los primeros en iniciar algún tipo de terapia farmacológica y luego verán maravillados como la persona ya no se siente mal. Si somos de esa forma con nuestros pacientes, no sería raro que seamos igual ante un familiar.
    Mi opinión personal es que la mejor forma de combatir desde uno mismo la mercantilización del dolor psicológico es que si llega algún paciente solicitando atención por un duelo es escuchar a este paciente, entender su dolor y contenerlo, además de ver opciones alternativas al manejo con fármacos, en especial, recurrir a la red de apoyo y que el paciente pueda tener espacios para expresar la pena y normalizar la tristeza. El paciente no tendrá una recuperación maravillosa como lo hará con los psicofármacos, pero será una recuperación más genuina, y liberándonos del tercer encargo.

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    1. Así como el duelo, hay un sinfín de situaciones que no se requiere de intervención farmacológica como LA alternativa única e infalible,, como los divorcios, el nido vacío, la soledad, la pobreza, etc. Hay que escuchar a nuestros pacientes, ver el fondo de su malestar e intervenir en la causa y no en los síntomas. Tenemos que buscar una forma como sociedad para solucionar estas crisis vitales y no tan solo apagarlas con sertralina.

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  14. Bernardita Vergara29 de agosto de 2020, 19:45

    Alberto Fernández Lira en su Libro Locura de la Psiquiatría nos muestra de forma clara y consistente cómo la Psiquiatría nació tanto por razones humanitarias como por razones abusivas, y cómo esto sigue perpetuándose en el tiempo. El querer proteger al más débil nos diferencia de muchos especies animales, y nos hace únicos en el sentido de tener instituciones que los guarden o tener cuidadores para nuestros familiares enfermos, pero ciertamente este es un tema cultural ya que por ejemplo en la cultura espartana no estaba permitida la debilidad. Este cuidado del débil viene de la religión cristiana que dominó los siglos pasados y que motivó a los poderosos a invertir dinero en su cuidados, pero también funcionó como método de aislamiento, para que estas personas con excentricidades no molestaran en las grandes ciudades.
    Además, como el autor muestra, los cambios socio económicos culturales han ido cambiando nuestra práctica muchas veces mostrando caras altruistas que esconden en sí fines abusivos y de poder. Por ejemplo, en este período en que vivimos, el ejemplo más claro son las farmacéuticas que lucran indiscriminadamente de las personas y compran a médicos famosos, los cuales muchas veces convencidos por creer que están haciendo un bien que además se ve recompensado de forma económica, los incita a caer en promocionar medicamentos ultra caros que poseen casi los mismos efectos que medicamentos no tan antiguos ultra baratos. Otro ejemplo que observamos es como las ISAPRES pagan a médicos, muchos de estos psiquiatras, para realizar peritaje de licencias dadas por sus colegas, donde personas con mucho sufrimientos psíquicos deben pasar por entrevistas cortas donde se les cuestiona su enfermedad, y deben contarle sus pesares a médicos que no van a tratarlas, lo cual aumenta su sufrimiento psíquico y muchas veces estos mismos médicos rechazan sin miramientos las licencias de muchas personas con afecciones mentales simplemente por presiones de su empleador. Podríamos encontrar muchos ejemplos en cómo los Psiquiatras son utilizados por el poder imperante en nuestro país, llevándolos a realizar conductas que van en contra del bienestar de la gente.
    El ingresar a mi carrera de medicina fue en parte por contribuir de forma positiva a la sociedad, y me parece que esta obra que nos hace cuestionarnos como funciona el sistema, nos llevará a ser profesionales mucho mas asertivos y menos negligentes, ya que por ejemplo Fernández en su libro y video recalca que lo importante es darse cuenta que siempre van a haber dos caras, una buena y otra mala, y que debemos estar atentos y críticos de en cuál de las caras nosotros estamos, en la que busca el bienestar de las personas o en la que busca el bienestar para los grupos de poder. Yo por lo menos quiero estar en la primera, y trataré de estar lo más atenta posible a no dejarme embaucar, ni convencer de que estoy haciendo algo bueno cuando en verdad estoy haciendo lo contrario.


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  15. Un cordial saludo a todos.
    Agradecer ante todo la oportunidad de poder tener un mes para degustar y digerir esta entrega de nuestro seminario, “Locura de la Psiquiatría” del Dr. Alberto Fernández Lira, que viene a resumir y compilar las lecturas anteriores de aportes de Gerald Caplan y Manuel Desviat que buscan actualizar el paradigma histórico de la psiquiatría y el cómo el trabajo en salud mental necesita una renovación. Pero, en realidad está en constante actualización, no siempre conducida por las necesidades de nuestros usuarios, si no por otros intereses de sectores políticos y sociales que ensordecen las necesidades reales del colectivo, donde la asimetría en el poder permite anteponer prioridades sesgadas a las que, sin el desarrollo de una mirada crítica y con principios profesionales claros, podríamos vernos seducidos y participar en su mantenimiento. Pese a que logro reconocer esta importancia, debo ser muy honesto y compartir que dentro de las reflexiones que me generaba la lectura, me cuestionaba muchas situaciones de las que he sido testigo o quizá yo mismo haya propiciado, donde quizá no haya acertado, pero considerando que en toda decisión siempre hay un riesgo que tomar, pero me inquieta la idea de estar asumiendo o involucrándome en alguno de los “encargos”. Creo que todas estas situaciones que se mencionan surgen como respuesta a necesidades históricas y sociales y que sólo tiempo después de su ejecución, en una suerte de examen de conciencia, podemos ver las debilidades o puntos ciegos de las decisiones tomadas. Me hace mucho sentido lo mencionado por Mitchel y es una frase que tanto mi abuela y mis tías mencionaban con nostalgia: antes tenían menos cosas, la localidad era menos poblada, se vivía realmente en comunidad, más apacible y menos centrados en el tener. En la actualidad, no soy de los que responsabilizan al capitalismo de absolutamente todos estos males, pero la ética, moral y valores parecen estar siendo exsanguinados de nuestra sociedad, el individualismo, el ideal hedónico y narcisista enfrían las relaciones, crea cuerpos sin espíritus que son más lábiles a enfermar, a tolerar menos el fracaso y a buscar en compuestos químicos el impulso que reconecte con la energía vital. Enfermamos de civilización, nos encontramos famélicos de afecto, pero surgen muchos esfuerzos y estrategias para recuperarnos de la deshumanización, pero pese a que debemos estar atentos al devenir, en oportunidades los esfuerzos son duramente criticados, principalmente por no ser capaces de ponernos de acuerdo. Mis conclusiones, y en pro de no desanimarme, es a mantenerme en apertura al conocimiento con actitud reflexiva y a tener un rol activo en el ejercicio profesional y en el desarrollo de una forma más sentida de ejercer esta profesión que he decidido tomar para un trabajo integral, no para ser director de orquesta, sino para una gestión en equipo y comunidad.

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  16. El trabajo de Fernández Liria es contundente a la hora de reflexionar sobre nuestra práctica actual. Personalmente, considero tener crecientes conflictos por resolver en mi trabajo diario como residente en la Unidad de Corta Estadía del Instituto Psiquiátrico Horwitz. El que más se repite en mis reflexiones tiene relación con los primer y cuarto Encargos del libro al que nos referimos. En primer lugar, reflexiono sobre el acto de la hospitalización administrativa o involuntaria. En el plano legal esta acción estaría remitida al criterio del riesgo de auto o heteroagresión, pero en la práctica diaria parece constatarse que el límite de éste se extiende más allá, hacia la ausencia de consciencia de enfermedad e incluso hacia la simple falta de una alternativa distinta de tratamiento por “falta de red de apoyo”. En mi trabajo diario he observado como en muchas ocasiones los pacientes solicitan su alta luego de plazos muy cortos de estada, aun con síntomas graves en evolución y falta de consciencia de enfermedad, pero sin un riesgo patente de agresión. Utilizando un criterio que pretende ser ético, determinamos extender la hospitalización involuntaria de estos pacientes, entendiendo que no tienen los recursos para enjuiciar adecuadamente su situación de salud, por lo que el equipo de psiquiatría asume ese rol y decide por él, por su mayor beneficio. Aquí parece prevalecer un pensamiento que Fernández Liria expresa en su obra: “Un efecto de esta propuesta es que lo que el loco…dice deja de tener valor en sí mismo y pasa – para el psiquiatra. A ser nada más que síntoma de una enfermedad”. Comprendo que en dichas situaciones prima un sentido práctico de analizar la situación, ejecutando lo que parece mejor para el paciente desde la perspectiva psiquiátrica, pero ¿Qué tanto de la decisión de que criterio usar para decidir su destino es del paciente, y que tanto de la sociedad? Porque, como plantea el autor, es la sociedad la que le entrega al psiquiatra el marco legal, ético, cultural y técnico para hacer el trabajo que hacemos.
    Respecto al cuarto encargo, éste para mí juega en un plano absolutamente político, puesto que no es solo en salud que los dispositivos de articulación colectiva se han ido erosionando, sino que existe un patrón global en la sociedad que parece ser muy servicial al modelo neoliberal. No es casualidad que como sociedad añoremos instancias como las ollas comunes, los centros de madres, las juntas vecinales y otras, puesto que hoy en día son cada vez menos visibles (con la fugaz excepción de las primeras durante esta crisis socio-sanitaria). No es casualidad, porque ha habido circunstancias históricas que han desfavorecido el desarrollo de dichas instancias, generando la percepción de que constituyen una pérdida de tiempo o un vicio de gente ociosa, pero que en espacios donde aún existen, son uno de los pilares de la respuesta a la miseria. Volviendo al área que nos compete, la destrucción de estos dispositivos colectivos en favor del desarrollo de la autonomía (en su sentido más capitalista) ha cercenado las alternativas comunitarias de ayuda para los pacientes, limitando sus espacios de encuentro y de responsabilidad al círculo familiar más próximo. No puedo dejar de imaginar que en una sociedad realmente transversal, integradora y responsable en su consideración del otro, el margen de alternativas de trabajo con una persona con diagnostico psiquiátrico sería bastante más amplio que la atención con su terapeuta, que la hospitalización involuntaria.

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  17. Me parece muy interesante la forma en la que el autor plantea y va desarrollando el libro. Ya que la manera en que se narran los acontecimientos, va dando sentido a la validez de tener y ejercer la Psiquiatría desde una posición crítica que contribuya a darle el verdadero sentido a la Psiquiatría.
    El autor al comienzo del libro clarifica como la Psiquiatría no sería una ciencia, sino más bien una tecnología, cuyo fin es producir un bien social; y como ha respondido a las diferentes demandas socioculturales dependiendo del momento histórico, lo que ha denominado encargos. Resalta el hecho que cada encargo no sustituye al anterior, sino que se van acumulando y como estos “encargos” han construido el devenir histórico de la Psiquiatría.
    En mi primer año de trabajo como médica general, recuerdo que me llamaba enormemente la atención, la gran cantidad de consultas o derivaciones que debía atender, que se basaban netamente en problemas sociales, que eran imposibles de resolver con fármacos o sólo con intervenciones interprofesionales de salud. A pesar de esto, las mismas personas, basaban su esperanza en los medicamentos o en lo “bueno” que fuera su tratante (terapeuta o médico); es entonces cuando a partir de esto me daba cuenta de cómo la educación, la cultura construían “soluciones” o “esperanzas” sin hacerse cargo de los problemas de raíz o según la conveniencia de los que se encuentran en el poder. Algo distinto pasaba en algunos casos, sobre todo rurales, donde no habían tenido mayor acceso a la educación o a la vida urbanizada, quienes afrontaban los problemas de manera tan diferente, sobre todo en lo referente a la salud mental, donde no se solucionaban con “pastillas”.
    Cuando recién comencé a leer el libro me genero una sensación de pesimismo respecto a los hechos relatados y el como se fue desarrollando la Psiquiatría, pero a medida que avanzaba en sus páginas, rescataba la sinceridad del relato y reforzaba lo que hemos desarrollado durante el curso, la necesidad de una postura crítica para poder participar activamente de lo queremos o lo que no queremos y nos parece inaceptable en salud y en particular en el área de salud mental, como por ejemplo la psiquiatrización de ciertas patologías o dolencias, que van cambiando según lo esperado para la sociedad, la preponderancia del paradigma biologicista, la industria farmacéutica, entre otras.

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  18. Como varios de los textos que hemos leído, la “Locura de la Psiquiatría” tiene el gran valor de entregarnos tanto una perspectiva histórica, como una visión crítica respecto a lo que ha sido el “desarrollo” de esta disciplina, para luego proponernos líneas de acción que tienen el objetivo de que evitemos caer en prácticas que (aunque pueda no ser nuestra intención) terminen por ser más perjudiciales que beneficiosas para los pacientes.

    Pese a que ya había tenido la experiencia de conocer este libro, creo que esta ocasión fue más enriquecedora en el sentido de que pude relacionarlo con otras lecturas que hemos realizado en este curso.
    Por ejemplo, al leer sobre el primer encargo de la psiquiatría, no pude evitar recordar cuando Rafael Huertas nos planteaba que esta especialidad ha servido muchas veces para patologizar comportamientos que pudieran ir “contra el buen orden burgués del momento”, o ha puesto etiquetas que solo han contribuido a generar más estigma y agregar más sufrimiento al que basalmente tienen los pacientes por los efectos de su enfermedad.
    Además de lo anterior, lamentablemente la psiquiatría también fue parte de lo que hoy sin duda llamaríamos violaciones de los derechos humanos, recordando nuevamente a Rafael Huertas, cuando nos mostraba algunos de los abominables “tratamientos” que existían, como “el sillón giratorio de Darwin” y “la hidroterapia".

    Por otro lado, estoy muy de acuerdo en que en la actualidad hay un enfoque biomédico dominante, que termina centrando sus intervenciones en fármacos y muchas veces se olvida de los factores psicosociales.
    Tuve la oportunidad de estar en una consultoría en la que se presentó un paciente que se quería derivar desde APS por tener una depresión refractaria, ya que se habían usado numerosos medicamentos y su cuadro persistía. Al conocer en más profundidad el caso, lo que sucedía era que dicho paciente estaba siendo víctima de maltrato laboral, el cual era el origen (y perpetuador) de su alteración anímica. Está claro entonces, que por más fármacos que se le indicaran, el paciente no iba a mejorar, y que el foco de la intervención debía centrarse en la situación que estaba viviendo en su trabajo.

    Por último, quisiera dar un triste ejemplo reciente respecto a la influencia y el poder de las industrias farmacéuticas.
    Hace poco “asistí” a una charla (virtual) que se relacionaba con la elección de antidepresivos, la cual fue muy decepcionante, ya que uno de los expositores (eran 2) se dedicó en prácticamente toda su presentación a hablar de las ventajas de UN antidepresivo específico, razón por la que me quedó la sensación de que podía estar recibiendo algún incentivo económico para promocionar dicho fármaco (aunque no lo puedo asegurar).
    Creo que esto es muy lamentable, especialmente porque muchas veces son académicos a los cuales escuchamos con el objetivo de aprender, y el hecho de que estemos en una etapa de formación puede hacer que en ocasiones sea difícil discriminar si se nos está enseñando o se nos está “vendiendo un producto”.

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    1. Hola Kam. Me parece muy interesante lo que comentas respecto a tu experiencia en la charla virtual con la sensación de “venta del producto farmacéutico”. Además concuerdo contigo en que en la actualidad hay un enfoque biomédico dominante. De hecho recordé los cursos y diplomados que tomé antes de entrar a la beca con la finalidad de tener más herramientas de SM en APS y casi todos se resumían en identificar y tratar trastornos psiquiátricos sin una verdadera óptica psicosocial. Me quedo con la sensación que la oferta al respecto también es escasa aun cuando como profesional de APS intentes voluntariamente ir a capacitaciones por cuenta propia.

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  19. Alberto Fernández en su libro Locura de la Psiquiatría nos dice que la Psiquiatría no es una ciencia, porque su objetivo no es producir conocimientos sino un bien social. La Psiquiatría sería más bien una tecnología que se ha organizado para satisfacer demandas que nacen desde los cambios sociales. Así es como en el modelo asilar, se busca eliminar los comportamientos incompatibles con la vida urbana que se estaba conformando en esa época. Es la sociedad la que nos pide que la gente disruptiva sea apartada para no incomodar a la mayoría. Esta situación en cierta forma sigue ocurriendo hoy en día. Muchas veces dentro de los pacientes que llegan a hospitalizarse al Horwitz, hay gente que es traída por carabineros por ser disruptiva en la vía pública o por provocar incomodidad entre los vecinos. A veces aún peor, pueden ser una molestia para los mismos familiares quienes terminan por abandonar a los pacientes con esquizofrenia, trastornos del espectro autista, parálisis cerebral etc. Entonces finalmente el psiquiatra termina actuando como una especie de juez que dictamina la privación de libertad y el aislamiento de la sociedad. Esto también es algo muy propio de la vida en ciudad, es así como en poblaciones rurales, el nivel de inclusión de los pacientes es mucho mayor. Se podría pensar que la vida en pueblos puede ser menos exigente, con menos estresores que pudiesen desajustar a los pacientes. En el libro se describe que la calidad de vida de los pacientes con esquizofrenia es mejor en sujetos de India que en otros en Manhattan.

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    1. Posterior a ello, con la revolución industrial, la necesidad de personal calificado y en buenas condiciones de trabajo, hace que el Psiquiatría se vuelva una tecnología para "preservar y reparar la fuerza de trabajo cualificada". Entonces como Psiquiatras nos volvemos una especie de mecánicos de la fuerza de trabajo. Y tiene mucho sentido pensando en que las enfermedades de salud mental involucran alto ausentismo laboral y años de vida perdidos por discapacidad o muerte (AVISA). Económicamente, tener un trabajador sufriendo de una enfermedad mental, puede ser una gran pérdida. Aún así, llama la atención como a pesar de haber una razón económica de peso, ni el estado ni el sistema neoliberal se interesan en invertir más en prevención y tratamiento. Por otro lado, el hecho de que como psiquiatras nos enfoquemos en buscar entidades morbosas que están en la naturaleza, en vez de hacer notorios los factores determinantes en salud mental, aparta del foco factores de riesgo que son modificables y que pueden ser atribuibles al sistema en vez de algo propio de cada paciente. Además de esto, el sistema neoliberal puede usar al Psiquiatra para dar respuestas rápidas y vendibles, pero a la vez superficiales, para responder a las enfermedades de salud mental. Entonces puede resultar más fácil y rápido indicar ansiolíticos o antidepresivos a la población trabajadora, en vez de buscar las causas o trabajar con psicoterapia, entre otras medidas. Entonces el reduccionismo biomédico además de alejar del foco a las causas por las cuales el sistema neoliberal es culpable, potencia al mismo al lucrar desvergonzadamente con la industria farmacéutica. Y es así como se desarrollan nuevos fármacos, que se promocionan como una respuesta novedosa y casi mágica a los síntomas más difíciles de aplacar, incluso sin tener estudios serios que respalden estas aseveraciones. Otras veces lo hacen a través de estudios en donde no se realizan comparaciones con medicamentos probadamente más efectivos, sino solo contra placebo, con bajo n y en general auspiciados por la misma industria farmacéutica. Es por ello que es importante que como psiquiatras seamos capaces de realizar lectura crítica de las investigaciones, no repetir aseveraciones no probadas en relación a supuestos efectos positivos de fármacos nuevos y de valores en general mayores. En ese sentido, es muy importante que existan iniciativas como "Médicos sin marca", que se realice cuestionamiento de estás situaciones en las mismas reuniones donde se difunde este tipo de información. Lo ideal es que esta misma actitud crítica se inculque en los médicos, psiquiatras y especialistas en general, para trabajar en favor del paciente más que en favor de los intereses económicos.

      Fuentes:

      Locura de la Psiquiatría, Alberto Fernández Liria

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  20. La historia de la locura no es nada más ni nada menos que la de su creadora, la psiquiatría, como señala Rafael Huertas. A lo largo de ella se han utilizado diferentes expresiones para denominar a quienes acuden a los diversos dispositivo de salud mental que han existido hasta la fecha, pasando por loco, alienado, paciente, cliente hasta, usuario, todos ellos términos que aislados parecieran conformar un bucle sin sentido.

    Leer a Alberto Fernández Lira en “La locura de la Psiquiatría” es esclarecedor, ya que si bien no utiliza cada uno de los términos de forma explícita, en su planteamiento deja entrever su origen y razón de uso. El autor en el texto propone que la Psiquiatría no es una ciencia, ya que su fin no es generar conocimiento (como ocurre con la Psicología), sino el de producir un bien social, por lo cual es catalogable como tecnología, que funciona en base a los encargos que le hecho la sociedad en cada momento histórico. Es así como esta ha llegado a definir las categorías que sustentan su forma de actuar y no al revés.

    Todo comienza en el siglo XV, con la creación de las ciudades, donde la aglomeración hizo notar la existencia de personas que ejercían conductas consideradas como reprochables para esa sociedad naciente, a quienes se decidió encerrar. Nace así el concepto de “alienados o locos”, tratados inicialmente por instituciones eclesiásticas y a quienes luego se unieron médicos, conformando así los primeros alienistas, y luego, psiquiatras.

    Hacia fines del siglo XIX las ciudades centran su progreso en la producción basada en fuerza de trabajo cualificada. La locura ya era concebida como enfermedad, lo que sumado a la constatación de prácticas dudosas dentro de los manicomios (retrospectivamente consideradas como violaciones a los derechos humanos) y la necesidad de ampliar la fuerza de trabajo, significan desinstitucionalización y traslado del tratamiento de las personas con enfermedades mentales a los centros de salud general, el segundo encargo. Es así como pasan a ser “un paciente más”, al igual que quien consulta al traumatólogo o al urólogo, sin distinción.

    Posteriormente, a finales del siglo XX, el capitalismo cobra fuerza y ve en la atención de salud mental un mercado, solicitando a la Psiquiatría sustituir los mecanismos de gestión emocional con los que cada persona contaba hasta el momento por el de la Industria farmacéutica. Ya no hablamos de personas con diagnósticos de salud mental, sino de clientes.

    El cuarto y último encargo según Fernández Lira, consiste en justificar la desarticulación de mecanismos de protección social. La salud pierde su carácter de derecho ciudadano y pasa a ser un artefacto, donde quienes hacen uso de él son usuarios, y los psiquiatras, prescriptores de su negocio.

    Si analizamos cada término de esta forma, adquieren sentido, y es posible comprender el sin-sentido de su uso en la actualidad para quienes queremos romper este paradigma biomédico y mercantilista de la salud mental. La comunidad de sobrevivientes de la psiquiatría en una reivindicación de la locura como derecho, se vuelve a apropiar del término “loco”, lo cual me parece enormemente reparador, muestra de su empoderamiento. Sin embargo, utilizarlo desde un centro de salud mental sería impensable, ya que nos remontaría a la era de los alienistas. Surge así la necesidad de plasmar en un concepto performativo el cambio de paradigma de salud mental por uno que impulse la autonomía y la solidaridad, como propone el autor. Leyendo el fragmento de Benedetto Sarraceno, quien enfatiza en la necesidad de participación de las personas, me hizo sentido pensar en la palabra “participante”, término que acuña el rol activo de quien lo ejerce, y es inclusivo desde el punto de vista de género.

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    1. Hola Moté! Que interesante y bello el término que propones, es una buena idea. El lenguaje crea realidad y por ende no deja de ser importante cuidarlo, pero creo que quizás lo más inclusivo sería que los mismos pacientes/usuarios sean quienes pudieran escoger como llamarles? que opinas? Para ello podríamos partir ayudando al empoderamiento de las personas que padecen sufrimiento psíquico, a su organización y reivindicación.

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    2. Muy cierto Vale. Inicialmente pensé lo que dices, luego recordé que ya utilizan el término "loco" reivindicativamente y pensé que era mala idea preguntar por uno nuevo ya que podría perder protagonismo. Aun así, creo que sigue siendo mejor idea preguntar antes por cuál es el que mejor les representa para ser utilizado por los profesionales de la salud.

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  21. Luego de volver a leer y escuchar a Alberto Fernández Liria, me gustaría iniciar este comentario señalando el contraste al comparar la lectura que he hecho de este libro varios meses antes de entrar a la especialidad y luego de ya algunos meses en los que hemos podido conocer a varios de los autores importantes que se mencionan en “Locura de la psiquiatría”. Esta segunda lectura me ha resultado mucho más enriquecedora e integradora de lo que hemos venido revisando en este curso, aportando una visión mucho mas critica de el nacimiento de la Psiquiatría que tiene sus bases en estos hospicios que existieron varios siglos antes de que surgiera la idea de situar a un medico en estos establecimientos para dar origen a las raíces de a Psiquiatría. Como ya hemos mencionado antes, el autor recalca que la Psiquiatría surge como resultado de encargos que las sociedades a lo largo de la historia han encomendado a la Psiquiatría entendiendo que en la base de estos existe una función principalmente social. “El planteamiento por parte de los médicos de que los comportamientos de estas personas corresponden a una enfermedad y que la función del hospital es curarlas”.
    Para comenzar no puedo dejar de mencionar uno de los puntos clave que menciona el Dr. Alberto Fernández en su libro sobre lo que el considera una de las clasificaciones mas sabias que ha existido en la Psiquiatría. La clasificación de Pinel que establece solo cuatro categorías para los habitantes de los manicomios, dejando en claro que la enorme cantidad de clasificaciones diagnosticas que existen en la actualidad tienen un trasfondo que apunta más a satisfacer otro tipo de intereses y no necesariamente implicar algún beneficio para los usuarios que se utilizan en estas etiquetas.
    En el análisis de como se abordo el segundo encargo de la Psiquiatría que tiene relación con preservar y reparar la fuerza de trabajo cualificada, me resultó muy integrador el vínculo que realiza el autor con el trabajo de Caplan que se postula como la figura culmine de este movimiento entendiendo que un punto clave para el proceso exitoso de desinstitucionalización, era tener en consideración la desinstitucionalización de los cuidados. Además, el entender como este movimiento de expansión del campo de la salud mental tiene una conveniente coincidencia con el desarrollo de los sistemas de atención primaria permite comprender de mejor forma como se han ido construyendo los distintos dispositivos que conforman nuestras redes en la actualidad.
    Por otra parte me gustaría resaltar el concepto de Recovery que se menciona en el texto que sin duda me parece un concepto fundamental a la hora de enfrentarnos a un usuario con la intención de ofrecerle nuestra ayuda, considerando como esa ayuda, no lo que el profesional crea necesario para solucionar el problema o la lesión de base, sino que permitir al usuario desarrollar habilidades que le permitan dirigir su recuperación hacia un funcionamiento aceptable sin importar la curación o permanencia de su “lesión”. En esta misma línea otro de los puntos importantes que me gustaría destacar, es sobre la importancia del trabajo no solo como fuente de ingreso, sino como la instancia clave de interacción social para las personas con problemas graves de salud mental. El desempleo como determinante social es uno de los problemas con lo que mas tenemos que lidiar en nuestros usuarios y creo de alta relevancia mantener la visión en continuar elaborando estrategias que permitan mejores oportunidades y condiciones laborales para ellos considerando que el impacto que este factor tiene en la rehabilitación probablemente es equivalente incluso a cualquiera de las otras intervenciones terapéuticas.
    Creo que en términos generales esta lectura me recalca algunas ideas que hemos venido revisando y sin duda amplia en gran medida la rendija por la cual comencé a mirar hacia la historia de la Psiquiatría, permitiéndome tener una visión un poco mas critica del como y el porque del camino que ha recorrido la Psiquiatría hasta el momento.

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  22. El primer encargo social de la psiquiatría fue justificar el control y exclusión del “loco” en los asilos que ya existían hace siglos, etiquetándolos de enfermos no compatibles con la nueva vida urbana. Con el paso del campo a la ciudad se visualizan más aquellas personas “distintas” que antes pasaban desapercibidas en su labor campesina y de alguna manera eran funcionales. En esta nueva realidad en la que se espera un obrero uniforme, alguien diferente causaba incomodidad. Se buscaba idealmente tratarlos o curarlos si fuera posible en pro de una sociedad donde su mano de obra barata pudiera ser útil. En esta etapa médicos se prestaron para eso e intentaron métodos experimentales cometiendo atrocidades. Además la etiqueta diagnóstica actúa como un aliciente al resto de la sociedad que prefiere atribuir a enfermedades psiquiátricas conductas humanas aterradoras separando la persona “sana” y por ende entendida como “buena”. Con ello se incrementó el estigma, “el loco” no es escuchado porque es considerado víctima de su entidad diagnóstica y se despoja de voluntad personal, situándose asimétricamente inferior al médico y al resto, involuntariamente tratados y con derechos vulnerados.
    Luego con el segundo encargo la mano de obra cualificada debía ser preservada y reparada ya que no era suficiente contar con un ejército de reserva. Se define salud como la capacidad de amar y trabajar. Con Freud se inician tratamientos desde el psicoanálisis fuera del modelo asilar así como coincide el advenimiento de los primeros psicofármacos, la articulación de la SM con el sistema sanitario, el interés de la salud pública en esta área, el inicio de la rehabilitación psiquiátrica y la psicosocial.
    El tercer encargo comienza con la expansión del mercado y se ve como el área de la SM ya integrada a la medicina pudiera ser un nicho para producir más riqueza cuando los profesionales presentan el malestar como consecuencia de trastornos mentales prevalentes pero tratables. El hecho de que haya enfermos favorece desde el punto de vista biomédico y reduccionista el consumo de psicofármacos, crece la industria farmacéutica, de psiquiatras y psicoterapias privadas dando por sentado que las personas requieren de expertos para abordarlas y son incapaces de utilizar las antiguas redes sociales naturales para ello, dependiendo de la oferta del mercado que además ofrece guías clínicas y diagnósticas como catálogos de soluciones. Pudiera ser este el inicio del sobrediagnóstico.
    Fernandez Lira también pone de ejemplo cómo reacciones fisiológicas primitivas que pudieron haber estado programadas para la sobrevivencia ante el peligro ahora se etiquetan como un “tr. De ansiedad” o un “TDAH” en niños. Claramente se habla de enfermedades o trastornos de acuerdo a un contexto socio histórico. Lo que antes era útil para sobrevivir ahora parece una reacción inadecuada o enferma, por ende se pudiera inferir que una persona sana es una persona adaptada? Es interesante ya que también nos expone como tampoco sería natural adaptarse a un modelo de explotación sino que lo natural sería reaccionar ante él.
    Luego con el neoliberalismo se intenta constantemente eliminar los mecanismos de protección de salud estatales basándose en la premisa que “atentan contra las libertades individuales, fomenta el despilfarro y la mala gestión”. La medicina general y la psiquiatría introducen nuevos conceptos de autonomía, recuperación y gestión clínica ante esto.

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    1. ( Continuación...)
      Fernandez Lira ofrece líneas de acción ante dichas situaciones como confrontar el reduccionismo biomédico, combatir las asimetrías de poder, trabajar por el empoderamiento de las personas con sufrimiento psíquico, combatir el uso sesgado de datos empíricos sobre SM, desarrollar una atención basada en derechos, capacitar a profesionales con visión psicosocial, deconstruir las falsas expectativas en los expertos, preservar y potenciar los mecanismos de solidaridad para preservar la salud y visibilizar/actuar sobre los determinantes de salud.

      Debo reconocer que ante dicha lectura me identifiqué como una médica que ejerció en parte el modelo reduccionista biomédico y propagandístico de la industria farmacéutica. Está tan instaurado en la práctica habitual que no se cuestiona. De hecho una pudiera ser cuestionada por los pares si no lo aplicara. Ahora me planteo que si yo fuera paciente me gustaría poder tener la libertad de escoger tratar o no mi enfermedad y con la información sincera que me entregue el profesional decidir sobre mi. Para ello también es importante como profesional no dar por sentado que el usuario sabe algo, explicar desde lo más básico a lo más complejo. Inclusive hay procesos no descritos en la bibliografía que vamos a desconocer, por ende también retroalimentarnos de la experiencia del usuario para así con los siguientes pacientes poder tener una visión más amplia. No es lo mismo dar una explicación teórica que contar la experiencia de ella. Por esto también considero relevante recoger testimonios de los usuarios y por qué no presentarlos entre ellos para que puedan compartir sus propias vivencias. Valorar al usuario experto por sobre el profesional experto. Tratar de recordar que no es lo mismo estar del otro lado del escritorio a pesar de que se intente construir una relación horizontal y que teorizar sobre esto queda pequeño porque no se puede estar en los zapatos del usuario o de su familia hasta que te toca.

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    2. Me gustó mucho tu reflexión final Vale. Creo que posicionarnos como aprendices de las vivencias de quienes consultan, y considerarlos expertos por experiencia, nos permite entablar una relación genuinamente horizontal y desligarnos del encargo de mantener el orden social. Fernández Lira plantea el "no tratamiento" y las Voluntades vitales anticipadas como formas concretas de lo anterior.

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